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Segunda despedida

  • Foto del escritor: Amelia Molina Segovia
    Amelia Molina Segovia
  • 5 sept 2024
  • 3 Min. de lectura

Ayer al recibir el mensaje, en el que nos anunciaban tu exhumación el día de hoy, mi corazón se hizo trizas, quedé en shock. No podía creer que hayan pasado 13 años desde tu partida, una metralleta de recuerdos inundaron mi mente.

 

Hoy nuevamente al ir al cementerio, al lugar en donde nos despedimos ese 14 de septiembre de 2011, mi mente y alma conectaron con tu esencia. Ya nos estás acá en este plano, más este acto físico de rigor al pasar tus restos junto a los de tu mamá, lo sentí como un acto de amor y agradecimiento por todo y tanto que hiciste en nuestras vidas.

 

Tu familia de sangre estuvo presente, más es impresionante como ellos nos miran como tu verdadera familia, la que se genera en vida, esos lazos de complicidad, entrega de años junto a tres bebés, que hoy en día somos hombres y mujeres, que te llevamos en nuestros pensamientos y tenemos también muchas cosas de ti.

 

Mi Gorda hermosa, mi nana, mi segunda mamá, mi amiga, mi cómplice de locuras, hoy muchas lágrimas rodearon mi rostro, no por tristeza sino con un agradecimiento infinito de haber compartido y coincidido en esta vida contigo. Y cuando todos estos recuerdos pasaban por mi cabeza, se acercó tu prima y me dijo: “La vida sigue Nenita, que linda se ha puesto, con esos ojos brillantes, no llore, mejor sonría le queda mejor”.

 

Y si, me enviaste ese mensaje claro y directo al alma, pare de llorar, sequé mis lágrimas y sonreí, transformando todo este dolor en luz y alegría. Gracias por mantener encendida la vela durante todo el tiempo en el camposanto, a pesar del viento y frío.

 

Gracias, gracias, gracias, por todo lo que representaste en vida para la familia y por habernos hecho parte de la tuya. Gracias, por haberme tomado en tus brazos a los 4 meses de edad y como me decías, “como no me iba a quedar con un pedacito de amor”, tus intenciones, eran quedarte hasta que consiguieran niñera, porque tu solo eras amiga de la familia y te dedicabas a la costura. Creo que conquisté tu corazón y tu el mío, porque cuando vino la nueva niñera me enfermé de tristeza y tuviste que regresar para quedarte toda una vida con nosotros.

 

Gracias por entenderme hasta el peor berrinche, por obligarme a comer jugando y contando cuentos en los columpios del parque, por mimarme como nadie lo ha hecho hasta ahora, por darme valor para hacer lo imposible y también por cada puteada cuando era necesario. Y por no haber hecho distinción alguna entre mis hermanos y yo. Cada uno ocupaba un lugar especial en tu vida y tu en la nuestra, justo esos recuerdos pasaron por mi cabeza hoy, hace 13 años nos entregaron una cajita de tus recuerdos más preciados y para mis hermanos y para mi, fue sorpresa encontrar nuestras cartas para ti, manualidades incluso hasta nuestros dientes jajaja ni nuestros papás guardaron eso, realmente nos amabas.

 

Las despedidas deberían ser una sola vez en la vida, porque revivir este dolor agrietó nuestros corazones, a cada uno le llegó de diferente manera y lo sabes. Jamás dejaremos de tenerte presente en nuestro caminar, eres nuestro ángel abrazándonos cada día.

 

Gracias por este día, justo hoy es el día de los hermanos y pensé en escribir algo diferente más comprendo que las señales deben ser escuchadas y estas palabras desde mi ser son para ti y mis hermanos, y cerraré este blog con lo que siempre nos decías a los tres cuando en ocasiones nos peleábamos o estábamos tristes: “Abrace a su hermano (a), los hermanos están para entenderse, quererse no para estar peleando, dígale que lo quiere”.

 

No dejemos de abrazar, perdonar y dar amor en vida, que es un ratito.

 


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