El galpón de emociones: abrir la puerta al caos propio (y no morir en el intento)
- Amelia Molina Segovia
- 19 jun
- 2 Min. de lectura
Durante años, guardé mis penas en un galpón.
Sí, un galpón. Nada de cajitas de cristal ni baúles vintage.
Un galpón con goteras emocionales, telarañas de inseguridad y polvo acumulado de todas las veces que dije: “estoy bien”.
Ahí, en cajas mal cerradas, rotuladas con la letra de otros, dormían emociones que no me permití sentir. Ira. Tristeza. Envidia. Amor. Miedo.
Todo eso que uno guarda para no incomodar. Para ser funcional. Para encajar.
Hasta que un día, zas: lo abrí.
“Abrí el galpón donde dormían mis penas,
en cajas rotuladas con calma ajena.
Los recuerdos saltaron, sin previo aviso,
con risas, con llanto, con todo lo indeciso.”
Y bueno, lo indeciso hizo una fiesta.
Se mezclaron las risas de 2008 con la angustia existencial del lunes pasado.
Un ex apareció. Una canción olvidada se coló. Una parte de mí lloraba y otra decía: “esto da para obra de teatro”.
Y entonces… me vi ahí, en medio del desorden emocional, sin escoba, sin guía, sin filtro de Instagram.
“El orden se fue, quedó el alma alborotada,
una danza de sombras, de luz despeinada.”
Sí, era un caos. Pero un caos propio.
Mi caos.
Y, por primera vez, no quise ordenarlo de inmediato.
No quise taparlo con frases motivacionales.
No quise esconderlo para que no me juzgaran.
Porque, ¿quién dijo que hay que estar “bien” todo el tiempo?
¿Quién decretó que sentir intensamente es un defecto?
¿Quién nos enseñó que llorar es para débiles y reprimir es para valientes?
Spoiler: nos mintieron.
“Y aunque es un caos, lo miro sin temor:
de este desorden nace el creador.”
Entonces, decidí: voy a habitar este galpón.
A convivir con mis cajas abiertas, con mis sombras despeinadas.
Porque ahí, en ese revoltijo de emociones no tan instagrameables, también está la chispa.
La risa auténtica.
La creatividad.
La libertad.
Y tú…
¿Cómo está tu galpón interior?
¿Lo abriste alguna vez o aún sigues barriendo emociones bajo la alfombra del “todo bien”?
¿Qué harías si te dieras permiso de desordenarte un rato, aunque sea con música de fondo?
¿Te da miedo que te vean llorar? ¿O que te vean brillar?
Abrir el galpón no es sencillo. Pero créeme: adentro hay oro.
Aunque venga envuelto en lágrimas, en rabias, en dudas.
Aunque duela.
Aunque no tenga final feliz.
Es tuyo. Y eso ya es arte.




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